AMÉRICA LATINA: Cruzada personal por la naturaleza

SANTIAGO, dic (Tierramérica) Por Daniela Estrada

– La chilena Elba Muñoz rescata y cuida monos maltratados, la peruana Trinidad Vela revivió una quebrada seca que terminó salvando de la sequía a su comunidad, el argentino Rubén Pablos lleva 12 años restaurando el bosque nativo patagónico y la cubana Ángela Corvea siembra conciencias.

 

«Algunas personas me ven como una heroína y otras como una loca», relata a Tierramérica la partera Elba Muñoz, de 58 años, fundadora del Centro de Rescate y Rehabilitación de Primates de Peñaflor, 40 kilómetros al oeste de la capital chilena.

 

Setenta por ciento de los 6.000 dólares que gasta mensualmente el centro es desembolsado por Elba y su familia. El resto es donado por más de 240 «padrinos». Hoy alberga a 145 monos de 10 especies, la mayoría decomisados por tráfico ilegal, que llegan enfermos y heridos.

 

La historia comenzó el 8 de diciembre de 1994, cuando llamaron a su puerta para venderle a Cristóbal, un pequeño mono barrigudo (Lagothrix lagotheicha).

 

Lo compró y lo cuidó como a un hijo, sin imaginar que a su hogar llegarían otros primates traficados y abandonados. En 1996 creó el centro, que ha acogido a monos de circos, zoológicos e incluso de un laboratorio universitario.

 

Estudió sobre primates, visitó santuarios, escribió un libro, colaboró en publicaciones académicas y expuso en seminarios. Hoy busca patrocinio del gobierno para obtener financiamiento privado, cuenta esta mujer casada y madre de cuatro hijos.

 

El centro alberga a la única colonia de monos barrigudos que se ha reproducido en cautiverio en América Latina. Elba cree que su obra ha servido para sensibilizar a la población sobre el maltrato animal. El tráfico de monos ha disminuido mucho, asegura.

 

Pero, paradójicamente, la meta del centro es desaparecer cuando los animales mueran de viejos. «Todos los monos en cautiverio están mal. El centro es una cárcel, la mejor de Chile, pero una cárcel al fin», dice con tristeza.

 

 

Trinidad Vela infundió nuevos bríos a una quebrada agonizante.

 

 

Crédito: Karina Pinasco.

 

 

Ciertas personas hacen posible que en el epicentro de la destrucción surja la vida. En Perú, Trinidad Vela es una de ellas. Nació hace 72 años en el pueblo amazónico de Juanjuí, atravesado por el río Huallaga, que en los años 80 se convirtió en cementerio de víctimas del conflicto interno, acorralado por los narcotraficantes y la deforestación.

 

Ahí, en una porción depredada de pastizales en la oriental región de San Martín, esta mujer hija de agricultores con estudios escolares incompletos, sembró hace 14 años un bosque que consiguió resucitar el caudal de una quebrada seca. En 2005, esa agua salvó a sus vecinos cultivadores de la peor sequía que vivió la Amazonia.

 

«Al comienzo todos creían que estaba loca porque no quería quemar ni cortar la maleza, y empecé a sembrar especies para recuperar el caudal de nuestra quebrada. Decían ‘cómo desperdicia el terreno y no trabaja la tierra'», relata Vela a Tierramérica. 

 

 

Mientras otros cultivaban coca o naranjos, ella sembraba árboles de caoba y cedros para que llegaran las aguas y las aves, mamíferos e insectos que alguna vez huyeron del lugar y ahora vuelven a su hábitat.

 

Construyó su sueño acompañada de su hija Karina, con perseverancia y pocos recursos, hasta convertirlo en la única experiencia registrada de restauración de paisaje en una zona de pastizales. Hoy el lugar es la primera área de conservación privada en la región y tiene el nombre de la resucitada quebrada: Pucunucho.

 

«Luego de esos días sin agua la gente empezó a comprender la importancia de los bosques, que son necesarios para nuestras vidas», asegura Vela.

 

 

Rubén Pablos restauró el bosque nativo en Bariloche

 

 

Crédito: Asociación Civil Sembrar.

 

 

En Argentina, Rubén Pablos lidera desde 1996 un proyecto de reforestación del bosque nativo en la sudoccidental ciudad de San Carlos de Bariloche. Los incendios, que en la década del 90 arrasaban 10.000 hectáreas anuales en el Parque Nacional Nahuel Huapí, sacudieron su conciencia.

 

Pablos nació en los suburbios de Buenos Aires. En 1982 combatió en la guerra contra Gran Bretaña por las islas Malvinas/Falkland Islands y en 1990, sin empleo ni profesión, se fue a trabajar como artesano a Bariloche. «Siempre me interesó la naturaleza, pero en Bariloche me preocupaba cómo se degradaba el bosque», cuenta a Tierramérica.

 

Al principio canalizó su inquietud como bombero forestal voluntario. Esa experiencia le permitió detectar que ningún organismo trabajaba para recuperar lo que el fuego destruía. Así nació el Proyecto de Restauración del Bosque Nativo Andino Patagónico.

 

La iniciativa incluye el Vivero Forestal Bariloche, que produce 50.000 plantas de diversas especies para reforestar. 

 

 

«Hacemos talleres en escuelas sobre las funciones del bosque y llevamos a 2.000 chicos por año a plantar especies en zonas afectadas por los incendios», explica Pablos, quien se define como «autodidacta» y ahora dirige la Asociación Civil Sembrar.

 

En 2004 consiguió establecer el Día del Bosque Nativo. Desde entonces, por ordenanza municipal, el segundo domingo de mayo se realiza en Bariloche una campaña de reforestación. La iniciativa fue copiada por otros municipios patagónicos. Hoy el parlamento argentino estudia un proyecto para celebrar esa fecha en todo el país.

 

 

Ángela Corvea siembra conciencias con su proyecto Acualina

 

 

Crédito: Randy Rodríguez.

 

 

En Cuba, Ángela Corvea, de 59 años, es una sembradora de conciencias.

 

Bióloga marina jubilada, con dos décadas en la educación ambiental, Corvea reparte su tiempo entre charlas y trabajos prácticos en escuelas y otros sitios, la coordinación en su municipio de la campaña internacional «A limpiar el mundo» y Acualina, su proyecto líder creado en 2003.

 

Todo esto sin descuidar la atención de su hija Elisa, de 24 años, que sufre las secuelas de una parálisis cerebral infantil.

 

Su mensaje se dirige a los niños. «Son como esponjas, reciben todo lo que uno siembra en sus mentes. Mi intención es alertarlos y preocuparlos, pero a la vez ocuparlos», dice a Tierramérica.

 

Con Acualina, un personaje que difunde la televisión estatal en sus canales educativos, pudo extender sus ideas a todo el país. Se trata de una niña filósofa que, vestida a la usanza de la antigua Grecia y con los colores de la bandera de Cuba, enseña y aconseja sobre qué hacer para preservar el entorno. 

 

 

Esa musa ambiental está también en afiches, cajas de fósforos, almanaques, tarjetas telefónicas prepagadas, una página web y dos libros, «Acualina 1» y «Acualina 2». Por estos días, Corvea hace y rehace un presupuesto para poder enviar a imprenta su «Acualina 3», mientras algunos amigos rediseñan el sitio en Internet.

 

No es un quehacer cuantificable, ni tampoco aumenta su pensión de jubilada. Pero Corvea considera que lo más importante es ir creando conciencia ciudadana, sumar y multiplicar esfuerzos, porque mañana podría ser tarde.

 

  • Con aportes de Patricia Grogg (La Habana), Milagros Salazar (Lima) y Marcela Valente (Buenos Aires). Este artículo fue publicado originalmente el 29 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

 

 

 

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